martes, julio 20, 2010

Epílogo


Y nada se había acabado.
Los días siguieron pasando, sin tregua, con pena y sin gloria.
Costales de esperanzas tontas, justificaciones sin justificante, ¿existe algo peor que engañarse uno mismo? Pues lo hice, durante días, durante meses que de pronto se sumaron y se convirtieron en dos años.

Si, hubo algunos cambios por allá por la mitad.
Olvidamos todo y empezamos de cero.

Bonita frase, a ver si con tan bonita frase se le explica al corazón que tiene que dejar de doler cada vez que los recuerdos, que pesan una tonelada, vienen y me recuerdan lo que no fue y lo que si pasó.

Y el caso es que no olvidé y empezamos en números rojos.
Y por allá nos fuimos a tratar de ser y a tratar de maquillar el pasado para ver si se le veía más bonito con la cara pintada de payaso.
Pero el pasado de vez en cuando se limpiaba el maquillaje y se asomaba en alguna historia, en mil recuerdos, en alguna canción o en un nombre, pero sobre todo, en la nostalgia de lo que no pudo ser.
Y poco a poco, con capas de presente, lo volvíamos a encerrar en algún cajón sombrío, porque al pasado, el maquillaje no le quedaba nada bien y cada vez se le veía más descompuesto.

Un día, el pasado se salió y no había forma de volver a meterlo y era tan feo que inventé hacerle una cirugía. La idea no fue tomada con gracia ni elegancia pero tal fue mi empecinamiento que allá lo llevamos a rastras a un quirófano de diplomáticos. Y le hicimos su cirugía y salió lo mejor que se pudo. Los instrumentos fallaron, los doctores se amedrentaron, caray, es que era tan duro mirarlo de frente.
Pero lo operamos y quedó mucho mejor!
¿Parecen buenas noticias verdad? Pues en su momento lo fueron. Como ya no era tan feo y con la esperanza de que mejorara con el tiempo, lo dejamos libre y anduvo por ahí sin causar tanto sobresalto durante algún tiempo.
No me malentiendan, el pasado seguía siendo feo pero ya no revolvía el estomago al mirarlo, dolía, pero ya no hacia sangrar, como tenia mejor cara, uno podía olvidarse de lo que realmente llevaba por dentro.

¿Qué paso entonces? Ni yo sé decirles. Tal vez fue muy ingenuo pensar que el pasado era sólo feo, sin darme cuenta de que el pasado estaba enfermo, lleno de veneno y poco a poco contagió al presente y cuando el futuro empezó a sentirse mal, me di cuenta de que la podredumbre del pasado siempre había estado ahí y era muy contagiosa.
Como no supe que hacer, me senté a esperar volteando para otro lado aunque los síntomas eran cada vez más evidentes.

Y un día, sin más ni más, el pasado reventó. Hubo muchas causas, muchos estímulos, muchas razones, muchos descuidos, pero lo importante aquí es que reventó envenenándolo todo.

El recuento de los daños.
Después de la explosión, el presente no volvió, el futuro se volvió incierto y la vida diaria, que fue la única valiente, siguió su curso, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.
Las labores de limpieza continuaron durante muchos días.
Los sobrevivientes contamos esta historia. Como podemos, sin ufanarnos ni sentirnos vencedores, aquí todos perdimos.
Con la aguja y el hilo en la mano, escribo estas líneas justo antes de intentar cerrar la herida de una vez por todas.